Ya no basta con imprimir en cada uno de los atados de cigarrillos la leyenda “el fumar es perjudicial para la salud”. Hoy sería necesario completar esta frase con los últimos estudios científicos en la materia, que indican que el cultivo de tabaco ocasiona además, deforestación, erosión y contaminación del aire, el agua y el suelo.
Cigarrillo y deforestación
Estudios recientes han confirmado la relación estrecha entre el cultivo de tabaco y la deforestación en países en vías de desarrollo. Esto es así porque aproximadamente la mitad de la producción de hojas de tabaco del hemisferio Sur se cura (es decir, se seca para la producción de cigarrillos) utilizando madera como combustible de los hornos en los que se lleva a cabo este proceso. El dato más relevante es que para el curado de 1 kg de tabaco, se necesita un promedio de 7,8 kilogramos de madera.
Al talarse los árboles, se modifican las condiciones del suelo y la producción y abastecimiento de alimentos de la zona afectada. Además, con la degradación de un bosque se pierde un regulador natural del clima: desde el punto de vista local, la deforestación puede aumentar las inundaciones, afectar la producción de alimentos y el clima del lugar. Desde la perspectiva mundial, muchos científicos culpan a la deforestación por los cambios climáticos y el calentamiento global.
Para hacer frente a estas imputaciones, la industria tabacalera se ampara en dos argumentos:
1. Que está plantando gran cantidad de árboles en las zonas agredidas. A esto cabe responder que no sólo es importante la cantidad de ejemplares plantados, sino aquellos que efectivamente han llegado a sobrevivir. Conjuntamente la especie preferida para la “mitigación” es el eucalipto, por su rápido crecimiento y su capacidad de sobrevivir en zonas áridas. Sin embargo, además de ser una especie introducida, con el peligro que para la biodiversidad implica, éstos árboles consumen gran cantidad de agua subterránea. Esta captura ocasiona la pérdida de capacidad de la tierra para que crezcan otros cultivos.
2. Que están diseñando graneros más eficientes para la curación, y que se están desarrollando graneros solares. En este caso, es necesario acotar que los hornos solares no han sido promovidos por los altos costos que implican para el agricultor, que hacen que los mismos estén fuera del alcance de sus posibilidades.
Como ejemplo de lo expuesto, se pueden tomar los casos de Brasil y de Uganda. En el primer país, los cultivadores de tabaco talan unos 60 millones de árboles al año. En el segundo, de las 7.225 hectáreas con las que contaba a comienzos de los años setenta sólo quedan 3.000, gracias, en gran parte, al desarrollo de la actividad tabacalera.
Cigarrillo y erosión
La tala de tierras forestadas abre paso a la erosión: la pérdida de cubierta vegetal deja al suelo indefenso frente a los embates del viento y la lluvia.
Además, donde se eliminan los árboles, las capas de agua pueden descender, secarse los manantiales, drenarse los pozos e inclusive verse amenazados los ríos. Esto ocasiona la reducción de la productividad de las tierras agrícolas adyacentes.
Cigarrillo y contaminación.
El cigarrillo no sólo contamina el aire que respiramos, también afecta los nutrientes del suelo y el agua.
En efecto, el cultivo de tabaco agota los nutrientes a un ritmo muy superior al de muchos otros cultivos, disminuyendo así rápidamente la vida del suelo. A esto hay que agregar que estas plantaciones ocupan tierras por períodos más largos que muchos otros cultivos. Desde la siembra hasta la cosecha pueden transcurrir entre cinco y seis meses, mientras que el maíz (un posible sustitutivo) crece en cuatro meses.
Al cosecharse en suelos con progresiva falta de nutrientes, el tabaco requiere entonces de la aplicación periódica de fertilizantes químicos, ocasionando en muchos casos la contaminación de las aguas subterráneas.
Y como si todo esto fuera poco, el tabaco requiere la aplicación de potentes plaguicidas. Antes de la siembra, el agricultor tiene que preparar las semillas, tarea que le insume unos tres meses y durante la cual se recomienda unas 16 aplicaciones de plaguicida, lo que, otra vez, puede contaminar los suministros de agua y el suelo del lugar.
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